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Mexicanas ganadoras de Para las Mujeres en la Ciencia

Con las tres premiadas en la última edición de este galardón, ya suman cien las investigadoras del país que obtienen este reconocimiento por sus valiosas aportaciones a sus respectivos campos de estudio.

Próximamente se cumplirá un año desde que se entregó el premio Para las Mujeres en la Ciencia a tres mexicanas, sumando un total de cien investigadoras de esta nacionalidad que han sido reconocidas con el galardón desde su creación en 1998, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y Grupo L’Oréal —en nuestra región está respaldado, además, por la Academia Mexicana de las Ciencias—. 

La iniciativa ha apoyado a alrededor de cuatro mil científicas de 110 países diferentes, gracias a lo cual han podido dar continuidad a sus estudios, todos ellos de vanguardia y enfocados en las necesidades ecosistémicas y humanas de esta era. De hecho, siete de las premiadas han sido también acreedoras al Nobel. Las últimas dos lo obtuvieron en 2022, en las categorías de Medicina y Física. En el primer caso, la ganadora fue Katalin Karikó, porque su trabajo permitió el desarrollo de vacunas de ARN contra el covid-19; en el segundo, fue Anne L’Huillier, quien generó un método para el estudio de los electrones en la materia. 

Por su parte, las mexicanas reconocidas en la última edición del programa Para las Mujeres en la Ciencia fueron: Sandra Elizabeth Rodil Posada, del Instituto de Investigaciones en Materiales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Rossana Arroyo Verástegui, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y Erika Bustos Bustos, del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica de Querétaro. 

El objetivo de la iniciativa es impulsar y visibilizar, alrededor del mundo, el papel de las mujeres en la ciencia, pues es un área en la que todavía falta recorrer camino para lograr una participación y un reconocimiento equitativos en lo que respecta a cuestiones de género. Según la UNESCO, sólo el 33 por ciento de la investigación científica global es realizada por el sexo femenino. Además, otros estudios han concluido que para aquellas que trabajan en este sector, es más difícil obtener recursos o ascender de puesto que sus congéneres masculinos. 

Los análisis de la organización española 11 de Febrero, por ejemplo, dejan ver que el techo de cristal para las investigadoras de universidades públicas —en áreas científico-tecnológicas— ha variado muy poco en la última década. La página oficial de este organismo ciudadano indica que “el Índice de Techo de Cristal compara la proporción de mujeres en la posición más alta (cátedras o profesoras de investigación) en relación con la de mujeres en la investigación, indicando la posibilidad de que puedan ascender en su profesión investigadora”. Los resultados muestran que el género femenino está subrepresentado en dichos puestos laborales; es decir, se requieren de políticas públicas y propuestas del sector privado, así como de la ciudadanía, para subsanar la brecha de género en la ciencia. 

LAS TRES MEXICANAS PREMIADAS 

Sandra Rodil fue reconocida por sus 22 años de trayectoria en la ciencia de materiales, dedicada al diseño de componentes —ya sea de construcción, industriales, etcétera— con ciertas propiedades, determinadas por el uso que habrán de tener. 

La investigadora de la UNAM se ha enfocado en encontrar soluciones sostenibles en su área, no sólo haciendo que el proceso de producción de un material sea lo menos contaminante posible, sino tomando en cuenta su tiempo de vida útil y procurando que su desecho no impacte negativamente al ecosistema, incluso, que pueda reutilizarse o reciclarse. 

Rodil se convirtió en la primera coordinadora de posgrado en el Instituto de Investigaciones en Materiales. Su compromiso desde esta posición es trabajar por la paridad de género en su campo y, en general, hacer una labor de divulgación científica para que más jóvenes se interesen en la investigación, pues en los últimos años ha disminuido la cantidad de estudiantes que buscan dedicarse a la ciencia, cuando es un área en la que cada vez se abren más oportunidades de desarrollo profesional e innovación. 

Por su parte, Rossana Arroyo Verástegui recibió el premio por sus estudios del trichomonas vaginalis, parásito causante de la tricomoniasis, una de las enfermedades de transmisión sexual con mayor incidencia en el mundo. Su equipo de trabajo busca desarrollar un método de diagnóstico a través de muestras sanguíneas. 

Actualmente, la tricomoniasis sólo puede detectarse mediante muestras vaginales o uretrales, procedimientos que están menos al alcance de la población y que dificultan el tratamiento de la enfermedad, favoreciendo su contagio. Con el sistema que la doctora Arroyo propone, sería más sencillo diagnosticar el padecimiento, incluso entre pacientes que no presentan síntomas. 

La investigación está todavía en fase de validación, pero el pronóstico es positivo. 

Finalmente, Erika Bustos fue galardonada por su labor en el desarrollo de superficies modificadas para hacer posible la detección y remoción de contaminantes del suelo, agua y aire. De hecho, uno de sus proyectos ya había sido parte de una beca también otorgada por L’Oréal, la UNESCO y la Academia Mexicana de las Ciencias. El financiamiento fue utilizado para trabajar en un tratamiento electroquímico para el suelo contaminado con materiales radioactivos, propuesta sumamente importante si se toma en cuenta que el país ha registrado dos accidentes nucleares graves —uno en 1983 y otro en 1986—, entre otros de menor envergadura —pero no por ello dejaron de representar una amenaza para la población—. 

Una de las metas de Bustos es que las empresas que operan en el país adquieran la tecnología desarrollada en el centro de investigación donde trabaja, pues el nivel de calidad iguala al de proyectos extranjeros más costosos. El equipo de la doctora ha conseguido varias patentes, pero para que estas trasciendan es necesario que se den a conocer más ampliamente los logros científicos mexicanos; de este modo, México podrá competir a la par con otras naciones donde la ciencia y la tecnología se impulsan de manera más efectiva. 

En palabras de Deborah Armstrong, directora de Para las Mujeres en la Ciencia, estas investigadoras se hicieron acreedoras del premio por “su incansable labor y valiosas contribuciones que no sólo han enriquecido el campo científico, también han sido fundamentales para abordar y resolver los desafíos más apremiantes de nuestro mundo. Con su dedicación y talento, estas mujeres han dejado un legado duradero que ilumina el camino para futuras generaciones, inspirando a todas las personas a llegar a nuevas alturas en el ámbito científico”. 

STEM Y CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 

Incentivos como el premio Para las Mujeres en la Ciencia no sólo favorecen a quienes lo reciben, de modo que puedan seguir costeando sus proyectos, sino que pueden motivar a las nuevas generaciones a seguir este camino. 

La ventaja de impulsar la investigación científica en el país es, además, económica. De acuerdo al Consejo Coordinador Empresarial, el 30 por ciento de los empleadores en México han tenido problemas para encontrar trabajadores competentes en las áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Ese déficit bien podría subsanarse atrayendo a más mujeres a este sector. La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) indica que solamente el ocho por ciento de las mujeres optan por carreras de este tipo, en comparación con el 27 por ciento de los hombres, por lo que es notable el potencial de crecimiento femenino en este rubro. Más que eso: es necesario; más allá de cuestiones de equidad de género, es una forma de mantener a la nación en un nivel competitivo en el mercado global. 

Según datos de la OCDE, hace una década había 1.2 millones de vacantes STEM en el mundo. Al día de hoy, esa cifra ha crecido a más del doble. La misma institución predice que, en el año 2030, el 80 por ciento de los empleos más demandados pertenecerán a este sector. Si un país no es capaz de adaptar su enfoque educativo y laboral para enfrentar este inevitable futuro, seguramente caerá en un grave estancamiento —o, peor, en una recesión— de carácter económico. Si México no está logrando cubrir la demanda de profesionistas STEM en este momento, más adelante podría convertirse en una tarea aún más titánica, así que es mejor poner manos a la obra desde ahora. 

Las habilidades requeridas en el campo STEM no son solamente técnicas, sino que abarcan una serie de aptitudes para navegar la vertiginosa Cuarta Revolución Industrial en la que estamos inmersos. Esta se caracteriza, según el documento Visión STEM para México (2019), por “la automatización, la analítica, la robótica, la colaboración social y la convergencia de las esferas física, digital y biológica y que, consecuentemente, transformará todos los sistemas de la sociedad en la que vivimos”. Por su carácter cambiante, es necesario que los individuos en este ámbito posean capacidades de pensamiento crítico, resolución de problemas, comunicación, colaboración, análisis de datos, computación e informática. 

El método científico es un punto de partida idóneo para abordar estos retos. Una gran ventaja es que su aprendizaje puede comenzar desde la educación básica, formando a las generaciones más jóvenes para adaptarse a las transformaciones del futuro y hacer aportaciones valiosas que atiendan los desafíos del mundo contemporáneo, especialmente aquellos relacionados con la sostenibilidad y el bienestar de la sociedad.

 

Enlace: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2024/mexicanas-ganadoras-de-para-las-mujeres-en-la-ciencia.html

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